En la colina donde el viento reposa, crecen los árboles con alma de diosa. Sus ramas dan sombra, sus hojas susurran, secretos antiguos que al cielo murmuran.
Los canarios, joyas de canto dorado, vuelan entre ramas, libres, encantados. Sus trinos despiertan la savia dormida, y el bosque respira, renace la vida.
Un roble escucha, solemne y callado, el vals que entonan los pájaros alados. Mientras el almendro, florido y sereno, se mece al compás de un canto pequeño.No hay reloj que mida esta melodía, ni ciencia que explique tanta armonía. Solo el instante, puro y verdadero, donde árbol y ave comparten sendero.Y al caer la tarde, cuando el sol se inclina, los canarios callan, la luz se termina. Pero en cada rama queda la promesa de un nuevo concierto, de nueva belleza
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